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LA POLÍTICA

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LA POLÍTICA

La política se encuentra devaluada, percibida como impotente para producir las condiciones necesarias que permitan a las mayorías conducir proyectos de vida autónomos y dignos, cuando no directamente señalada como cómplice de esa imposibilidad.


Los políticos, quienes se ocupan profesionalmente de los asuntos públicos, son señalados como responsables de la dificultad de construir un futuro mejor y, más grave aún, de la incapacidad misma de imaginarlo.


La crisis de la política – crisis de representación, deterioro de las convicciones democráticas, ascenso de posiciones antisistema, faccionalización de la vida pública- afecta también al progresismo, tanto porque no ha sabido constituirse como una alternativa a la vez democrática y transformadora como porque debe hacerse también cargo de algunos de los defectos que la sociedad señala en los políticos de los partidos tradicionales.


Los desafíos del ahora suponen la reconstrucción de un sujeto político -o, quizá más precisamente, de varios sujetos convergentes-, la defensa y promoción de los derechos de colectivos hasta ahora segregados y oprimidos, la puesta en primer término del lugar y la dignidad de las mujeres en la esfera pública, y ello en un contexto en el cual la preocupación por la preservación de la vida en el planeta ocupa un espacio principal, y en el que los desórdenes producidos por una globalización que ha entrado en crisis, por las consecuencias de una pandemia impensada y por el regreso de la guerra convencional hacen aún más difícil encontrar respuestas adecuadas.


Por todo ello, parece imprescindible formular algunas preguntas, y convocar a quienes puedan contribuir a una reflexión colectiva que ordene la acción política: ¿cómo construir un programa que aborde simultáneamente los grandes temas y las pequeñas causas, que conecte con las expectativas sociales y con los múltiples colectivos y grupos particulares que reivindican derechos que les son específicos?


Naturalmente, las preguntas no terminan allí. Pero comenzar una conversación franca, amplia y tensa, partiendo de estas puede ser una contribución fundamental para reorientar la política de quienes, a pesar de la pesadez de los tiempos, de las múltiples razones para el pesimismo, no quieren resignar la posibilidad de incidir en la construcción de una sociedad más justa y más libre.